jueves, agosto 04, 2005

Experimento 1.6

El reloj comenzó a retrasarse de pronto, por lo menos eso seguía pareciéndole que ocurría en aquella habitación, cruzada ya de oscuridad al empezar a atardecer, sin dejar que entrará la poca luz del día que quedaba en la calle.

- Y me lo dices así, sentando tomándote una copa.
- Has insistido tú que me la tomase, yo…
- ¡Cállate cerdo!
- Joder ya lo sabía…no merece la pena llorar por más tonterías, cuando la gente ya ni siquiera llora por lo que debería llorar.
- Tú no tienes ni idea de lo que merece la pena, sólo haces frases ingeniosas y eres un egoísta.
- Debería irme a casa estoy mareándome
- Nadie te lo impide, abres la puerta y te vas como un cobarde y borracho.
- Vas a golpearme sin piedad por lo que veo.
- No, te voy a chupar la polla por engañarme con otra, no te fastidia.

Miguel pensó que debía hablar de la sinceridad que había tenido al decírselo, que no había querido engañarla, que llevaba días esperando el momento, que eso demostraba que tenía mucha consideración por ella y la quería. “¿La quería? Pues menuda pregunta para hacerse allí sentado agitando una copa de Carlos III después de la confesión de infidelidad a su novia, en su propia casa. Ahora sí que se sentía hundido. No podía ver los ojos de ella desde donde estaba sentado y tampoco quería encontrarse con ellos porque no sabría muy bien como defenderse de sus reproches. Se sentía incómodo con los muslos separados, el pecho tirado hacía adelante por culpa de la tensión generada como esperando una pelea. A la vez sus ojos olfatean alguna broma que rebaje la tensión pero no puede formularla, sería más cruel que gracioso, bebe despreocupadamente el alcohol en el joven anochecer espoleando su estómago para que alcance algún tipo de dolor en vez de placer, completamente consciente de que ha destruido una hermandad de por vida entre dos personas que ¿…se querían?