miércoles, julio 13, 2005

Experimento 1.2

Volvió a la realidad con el machacón tono de móvil que le había descargado precisamente Lola. No le gustó en su momento y no le gustaba hoy, pero lo mantenía por no tener problemas. Claro, ya no te gusta, si te lo hubiese puesto la imbécil de Carla estarías encantado de llevarlo.
El instante de coger el teléfono se alargaba desafiante a las leyes de la física newtoniana. Se agolpaban los deseos, los pensamientos. Hacia tanto tiempo, era todo ya tan difuso.
Nadie sabe las intimidades de los corazones, suponiendo que las intimidades se escondan en los corazones, que ya es suponer.
No me convienes, pensó. Sí, eso es lo correcto. ¿Tendré valor para decirlo? ¿o será ella la que me lo diga antes a mí? Es probable, para que coño van a tener un cónclave las hermanas Ulloa. Solo cuando pasa algo malo, o va a pasar, se celebran estas reuniones fraternales. Y sobre todo, solo en ese momento deciden usar ese nombrecito. Cursis hasta el fin.
Hace tiempo que no estoy bien. Es un hecho. Hace tiempo que no estamos bien ninguno de los dos. Tal vez dejarnos no cambie nada. Pero es lo mejor, o mejor dicho lo único que se me ocurre. Eres un cobarde, me dirá. Y tendrá razón para hacerlo.
¿Y si estoy confundido? Que también puede ser por otra parte. ¿Quién soy yo para saber no solo lo correcto, sino lo que será correcto dentro de diez o quince años?
El teléfono seguía sonando. La televisión estaba encendida. Al dormirse se olvidó de desconectarla. Cogió maquinalmente el mando a distancia, calló con un dedo, borró literalmente al hombre encorbatado que hablaba en la pantalla y descolgó a Lola. Un pinchazo leve en la boca del estómago. Como casi siempre que hablaban así.

1 Comments:

At 2:34 p. m., Blogger GVG said...

Ya veo que la invitación funcionó, y que el telón se ha levantado y los actos se suceden con buen pie.

¿Qué ocurrírá a los personajes?

 

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